12º Aquelarre Bienal

La semana pasada se celebró en Barcelona el 12º Aquelarre Bienal de la Segunda Profesión más Antigua del Mundo y allí acudimos raudos y veloces en nuestras recién estrenadas escobas, para ponernos al día en códigos, sistemas, usos, espacios, pociones y maleficios varios, y recuperar el contacto con esos queridos colegas a los que sólo ves en semejantes eventos.

Ni que decir tiene que se trataron temas interesantes e importantísimos para el futuro de nuestra profesión, amenazada por mercachifles que quieren convertirnos en una máquina de enriquecimiento —el suyo, por más señas. Se habló de mucho, pero una avería de última hora de mi giratiempo me impidió asistir a algunas de mesas redondas, diálogos y talleres, puesto que me salté la clase de simultaneidad omnipresencial y todavía no sé estar en dos sitios a la vez... Afortunadamente, los más modennos del aquelarre llevábamos con nosotros distintos aparatos de comunicación etérea que nos permitieron estar sin estar presentes en otras salas y escuchar sin oir lo que se decía en ellas.

De lo que oí y vi les puedo decir: que los arquitectos no son siempre nuestros enemigos, que tenemos que pagar cánones hasta por pestañear (porque seguro que alguien tiene la patente del pestañeo) o hasta que nos canonicen (como dijo un colega), y que tenemos que preservar todo lo preservable (aunque parece que los métodos preservativos no son precisamente baratos). Otro, abogado por más señas, nos incitó a la revolución: ni pagar ni leches, que somos la leche en patinete y que nadie mejor que nosotros para transmitir cultura y saber, y a quién no le guste, dos piedras. También nos explicaron como será la catalogación del futuro... y espero haber conseguido entenderla antes de que llegue el futuro, o tendré que seguir anclado en el pasado, y eso no es fashion ni trendy. También se oyó por ahí que tenemos que ser sexis, pero evidentemente de eso vamos sobrados y no hace falta que nos esforcemos en conseguirlo. Al final nos sometieron a un meneíto espaciotemporal con una conferencia de clausura que iba saltando del 2010 al 2110 para retroceder a los tiempos de Escarlata «Juropordiosquenovolveréapasarhambre» O’Hara y de Rhet «Francamentequeridameimportaunpepino» Butler. Han entendido algo? Yo tampoco, pero mejor no reconocerlo en voz alta.

Aunque el momento más emocionante, el más duro, el del desafío extremo, tenía lugar entre 11.30 y 11.50, cuando una marabunta de colegas hambrientos se abalanzaba sobre las bandejas del desayuno y el codazo costillero se convertía en deporte nacional. Espero que para el próximo aquelarre, dentro de dos años, ya no me duela el costillar...

 

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