¿Sueñan los frikitecarios con usuarios mecánicos?

Admito que me invade un cierto miedo escénico. Este es mi primer post en frikitecaris (y no me gustaría que fuese el último) y, aunque no soy soy novato en esto de bloggear, reconozco que la mayor visibilidad de este blog me asusta un poco. En fin, sin más preámbulos allá voy.

Muchas veces, más que soñar, los bibliotecarios/as tenemos pesadillas con según que tipos de usuarios. Sí, existen tipos de usuarios tan parecidos unos a otros como si de replicantes se tratara.

Con entrenamiento, y como si dispusieramos de un especie de test de Voight-Kampff, nos resulta fácil detectarlos, aunque debido a una mogigata legislación se nos impide retirarlos. Pese a todo tenemos nuestros mecanísmos de defensa (el arqueo de cejas, la patada voladora en el culo...).

Como no quiero aburrirlos con cuestiones metodológicas, tan sólo les enumeraré algunos de los grupos principales y sus arquetipos más comunes para que ustedes mismos sean capaces de detectarlos, así como también algún que otro consejo para retirar..., perdón, tratarlos.

Los usuarios, por definición, suelen ser tocapelotas. Pero su manera de causar molestias varía en un amplio espectro:

- Tenemos al usuario que no-sabe-lo-que-quiere. A este se le reconocerá fácilmente, pues pedira las cosas sin mucho criterio. Por ejemplo, en vez de pedirnos un libro por título, autor o materia, nos hará referencia a su color, tamaño o cualquier otra característica difícilmente indexable. Ante este usuario sólo caben dos estrategias: interrogarlo sutilmente hasta averiguar que narices quiere (cosa, por cierto, bastante agotadora) o marearlo de tal manera que huya despavorido.

- Luego esta el usuario ¿Ya estabais cerrando?. Como su nombre indica este aparecertá hacia el final de la jornada, cuando ya estás recogiendo. Como aún estás en horario laboral no te queda más remedio que atenderlo. Ahora bien, si el usuario se vuelve reincidente tenemos diversos métodos para retirar..., perdón, persuadirlo de su actitud: En principio hay que advertirle que cualquier día se puede encontrar con que no podremos ofrecerle el servicio, si aún así reincide, lo mejor es dejarle hacer y cuando llegué al mostrador, con la mejor de nuestras sonrisas, decirle "Lo siento, los sistemas ya están apagados. Vuelva usted mañana".

- Otro usuario especialmente molesto es el listillo. Este usuario es un gran conocedor de su disciplina y debido a ello tratará de ningunearnos y/o menospreciar el fondo de nuestra biblioteca. Craso error, pues la biblioteca es nuestro reino y un día u otro necesitará de nuestros conocimientos. Cuando esto suceda podemos abandonarlo a su suerte "no eras tan listo, pues apáñatelas..." o hacerlo volver al redil sugiriéndole que con una actitud más amable le resultará más sencillo obtener ayuda (es momento de insinunar cuales son nuestros bombones preferidos o lo que nos gusta el jamón de jabugo).

Ésta es sólo una pequeña muestra, pues la lista podría extenderse ad infinitum en múltiples tipos y subdivisiones, pero tampoco quiero abrumarlos el primer día, así que de momento lo dejaremos aquí. Aún así tampoco quiero que piensen que somos unos despiadados Biblio runners. También tenemos nuestro corazoncito. Tanto es así que a la lista anterior le podemos contraponer otra de lo que podríamos llamar usuarios entrañables. Ésta es mucho más variable que la anterior e irá en función de la personalidad del bibliotecario/a.

Por ejemplo, en mi antigua biblioteca, tres de mis usuarios predilectos eran:

- El usuario sordo. Fácilmente reconocible, pues nada más entrar saluda a grito limpio. Se le perdona por qué, aunque rompe el sagrado silencio de la biblioteca, al menos tiene la deferencia de saludar. Le damos un punto por simpatía. Aparte de esto, el usuario del que les hablo tenía la costumbre de tirarse unos sonoros pedos (claro, como él estaba sordo no los escuchaba). Tan ruidosos eran que, en más de una ocasión, se oían desde la otra punta de la biblioteca... "¡Dios mio! ¿Eso ha sido un pedo?", "O eso o los vecinos se han vuelto adelantar a las fiestas de San Juan". Aún así, no se lo teníamos en cuenta (otra cosa son ya los ecologistas defensores de la conservación de la capa de ozono...).

- Otro usuario entrañable era la-familía-unida-jamás-será-vencida. Este usuario venía con su carnet, el de su padre, el de su madre, los de sus hermanos, el de su pareja... (y por qué no hacíamos carnets a animales domésticos, que si no...). Un usuario modélico: siempre devolvía o renovaba sus préstamos dentro de las fechas establecidas y, pese a que le decías que le ampliabas el límite de prestamos, nunca se llevaba más que los que su(s) carnet(s) permitía(n). Por otra parte era del tipo de usuarios Juan Palomo; él solito se buscaba los libros sin pedir ayuda. Una joya, vamos. Está claro que a la hora del préstamo daba un poco de trabajo, pero como era tan agradecido no se lo tenías en cuenta.

- Luego estaba el hippie-amante-de-la-literatura. No sé ustedes, pero en mi antigua biblioteca, como no nos cabían todos en la planta principal, teníamos bastantes libros en un depósito en el sótano. Por ejemplo, la mayoría de la literatura la teníamos allí. Al principo este usuario no tenía constancia de ello, así que la primera vez que se lo mostré fue víctima de una especie de síndrome de Stendhal. Desde entonces, cuando bajaba al depósito del sotano, había que bajar de vez en cuando a vigilarlo; no por qué fuera un peligro o hurtara los libros, sino por qué no fuera caso que, al localizar alguna obra maestra, le diera un pasmo y te lo encontraras tirado en el suelo con espasmos, los ojos en blanco y sacando espumarajos por la boca, víctima de dicho síndrome.

Para finalizar espero no haberles aburrido (soy consciente que cuando cojo carrerilla no hay quién me pare) y les invito a que en sus comentarios nos ayuden a ampliar este catálogo de usuarios tocapelotas y/o entrañables con sus propias experiencias.

 

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